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Ayudar — para hacer crecer y para crecer

Topoguía — Ritual

 

por Silvia Estrems

¿Qué significa ayudar en el mundo profesional?

 

Ayudamos en el mundo profesional cuando una persona nos expone una situación, un proyecto o una preocupación para recibir consejos, recomendaciones o sencillamente para hacerse escuchar. Esta persona pide ayuda a una persona que tiene credibilidad y en la que confía. La ayuda son los consejos, recomendaciones o sencillamente la escucha.

 

Lo que ocurre es que, cuando uno pide ayuda a otro, el beneficio es enorme para los dos.

 

El que pide ayuda va a beneficiarse:

  • de una escucha ajena que le permite tener otra perspectiva sobre su tema,
  • de la experiencia, los conocimientos, los recursos — métodos, herramientas, contactos — de su interlocutor y
  • de una contribución a la resolución de su interrogación.

El que da ayuda va a beneficiarse:

  • de la gratitud de su interlocutor y también del bienestar que sentimos cuando somos generosos,
  • de la oportunidad de conocer otra situación, proyecto o preocupación que le saca de su rutina,
  • de la oportunidad de desarrollar su capacidad de escucha activa — saber preguntar para entender y hacer entender — y
  • de la nueva experiencia de cómo ha contribuido a resolver una interrogación.

El que pide ayuda crece profesionalmente.

El que ayuda todavía crece más.

 

Os propongo la pequeña reflexión siguiente: recordemos las últimas veces que nos han pedido ayuda. ¿Qué hemos hecho? ¿Cómo hemos respondido?

  • «Buscamos hueco en la agenda y me cuentas»,
  • «Mándame un mensaje por email y veré lo que puedo hacer» o
  • no hemos respondido.

Mi observación es que, cuando alguien nos pide ayuda, pueden ocurrir las tres posibilidades mencionadas: se la damos sin pensarlo más, demoramos el momento hasta que no haya necesidad de dársela o ni siquiera nos lo planteamos.

 

La pregunta sería: ¿por qué no dedicamos más tiempo a ayudar?

 

La respuesta formulada primero (he hecho la pregunta a un colectivo de unos 25 directivos) es falta de tiempo. Surgen luego otros motivos como la falta de un método para poder ayudar, dudas sobre las expectativas del que pide ayuda y dudas sobre nuestra capacidad para cumplirlas.

 

Estas respuestas revelan un cierto miedo: el miedo a no saber ayudar.

Es un miedo normal — también los padres primerizos han experimentado este miedo; se preguntan: ¿seré capaz de ayudar a crecer a mi recién nacido?. La historia de la vida nos demuestra que encontramos los recursos a donde sea para ayudar a nuestros hijos.

De hecho, también sabemos ayudar a nuestra familia y nuestros amigos cuando nos piden ayuda.

 

Por lo tanto, se trata de extender la facilidad que tenemos de ayudar a un familiar o un amigo al ámbito profesional. Solo pensando que el interlocutor, que puede ser un colega o una relación profesional lejana o incluso un desconocido, podría ser un amigo nos va a facilitar:

  • buscar un hueco sin demora en la agenda para él,
  • escucharle y preguntarle para entender y hacer entender,
  • contarle historias vividas o escuchadas para dar pistas de soluciones,
  • proponerle herramientas, métodos, ideas, contactos… o lo que pensemos que le pueda ser útil.

Si convertimos el acto de ayudar en un nuevo ritual y lo aplicamos a cada oportunidad, creceremos profesionalmente y, sobre todo, crearemos relaciones de confianza con muchas personas.

 

Y — nunca se sabe — un día, quizá necesitemos ayuda y se la podremos pedir sin ninguna duda porque sabemos que pidiendo ayuda hacemos un favor a nuestro interlocutor.